Se hace la remake de "La Banda del Golden Rocket". A vos, ¿cuál te gustaría que vuelva?

agosto 15, 2008

SALÍ A RECIBIRLOS

No hay nada más, más lindo y más preciado que ser feliz.

Como cuando abrís la ventana un hermoso día de sol, y la brisa llega a tu cara simil a baldazo de agua fria, que te invita a vivir, a disfrutar, a sentir.
Como cuando tu vieja te pregunta "¿en qué andas?, ¿tenés un ratito, nos tomamos un té y me contas?".
Como cuando un profesor te dice "no esperaba menos de usted", y te entrega ese parcial para el que te preparaste muchísimo con un 7 arriba, a la derecha.
Como cuando ves a un ser querido sonreír. Cuando lo ves bien, lo ves feliz.
Cuando no necesitas nada más que un buen gesto, y te dan un "te quiero".
Cómo cuando te reencontras con tu ex compañero de banco (y de bardo) de la secundaria, que no veías hace miles y sale abrazo y café en el barcito de la otra cuadra.
Como cuando agarras el celular para ver la hora y encontras un mensaje de esa persona con el texto: "hacemos algo hoy?".
Cuando vas a pagar una factura y te dicen que el mes pasado te cobraron de más, así que estás bonificado.
Cuando venís de estar parado horas y estás hace rato en la parada del colectivo, y viene vacío...
Todas esas cosas que te sacan una sonrisa, que te hacen doler la panza de alegría, salí a recibirlas. Y dales una gratísima bienvenida. No pasan a menudo.

ROBERTO

Roberto ni siquiera era coqueto, pero era tan bien parecido...

-"Sos una sinvergüenza, una caradura, una mina sin códigos"
-"Ah, bueno, ¿algo más?"
-"Si, berreta"
Decí que soy una tipa sin prejuicios que, sino, Roberto, ahí nomás te tendría que haber plantado un cachetazo. Bien merecido te lo tenías, Roberto.
¿Por qué me tratas así, Roberto?. No hay manera, de todas formas, de que tus palabras me perjudiquen, Roberto. Quiero que lo sepas. Igual, minga que voy a plancharte bien los cuellos de las camisas. Menos que menos, dejar sin rastro de grasa tus sartenes. Las que usas para fundir queso, Roberto. Sí, esas.
Mirá, Roberto, yo soy una chica con paciencia pero, si vuelvo a escuchar palabras de tal calaña de tu boca, te quemo los dedos. Si seguís así, Roberto, te quemo los dedos. Si volves a hablarme así, te quemo los dedos. Si me revoleas de nuevo un vaso al compás de un tema de la Zimbabwe, Roberto, no voy a dudar en quemarte los dedos.
Roberto no siempre creyó que yo era berreta. Es más, al conocernos, juró y perjuró que yo era su reina. Claro, ¿cómo no me avivé?, si él es el rey de los gordos grasas, en eso me convertía yo. ¡Qué pelotuda!, mi vieja me dijo siempre que Roberto era vil, que no tenía donde caerse muerto. Yo le dije: "pero, mamá, ¡nos amamos!".
"Te quiero ver de acá a cinco años", me respondió mami.
Razón tenía. Roberto es un fracasado y yo, una boluda. ¿Para qué me metí con este tarado?. Me eclipsó el amor, me obnubiló Roberto.
Un día vino y me dijo: "Marta, ármame el bolso que me voy a Colonia. Ah, también me tenes que llevar a la terminal". Y ahí nomás, me enamoró. Lo esperé, lo extrañé por cuatro días.
Un miércoles me llamó para que lo vaya a buscar. Los bracitos los tenía escondiditos detrás de la espalda. "¿Qué me traerá?, dije yo, ilusa. Un alfajor que le dieron en el Buquebus. Ni siquiera era de dulce de leche, de fruta era. Roberto siempre fue un turro. Pero de él, así me enamoré. Y ahora me la voy a bancar. No hay mal que dure cien años. Esta noche le preparo el pan de carne que tanto le gusta con un poco de Gamexane.

agosto 11, 2008

MI NOVIO CASIMIRO

Casimiro y yo éramos tal para cual. Y hay que ser tal para cual de alguien llamado Casimiro. Es como llamarse Geraldina o Irupé (y conozco gente llamada así, que encontrar su media naranja les cuesta el doble). Imagínense lo que fue presentárselo a mis viejos:
-"Mamá, papá, él es Casimiro"
Si tienen padres como la gente, éstos sólo se reirán por dentro (porque yo tengo muy en claro que cuando le digo a la gente que mi novio se llama Casimiro se rie por dentro) pero, si tienen padres como los míos, éstos se le reirán en la cara al pobre tipo, hasta el punto tal de señalarlo con el dedo y mofarse de él, repicando las manos sobre alguna superficie, como puede ser una mesa.
Igual, Casimiro es un tipo que está más allá del Bien y del Mal (tuvo que aprender a estarlo, se llama Casimiro). Casimiro todas las mañanas me prepara jugo de naranjas, recién exprimido. A él le gusta llamarlo zumo, sus papás son españoles y hasta los 14 años no perdió el acento que escuchaba en su casa. Y mientras tomamos el zumo, casi siempre en la terracita, Casimiro me cuenta sus planes.
El plan más grande y ambicioso de Casimiro es cambiar el meridiano. Si, desea que el de Greenwich sea trasladado en importancia a un nuevo meridiano que separara Occidente de Oriente a la Feliz, es decir, a Mar del Plata.
-"¿Te parece, Casi, no será mucho?"
-"No, yo creo que es perfecto. Los paralelos, meridianos y trópicos ya pasaron de moda, hay que renovarlos. Aparte, es la Ciudad Feliz, por ende los días siempre comenzarían alegres, divertidos. ¿Acaso hay algo más importante, María?"
-"Si, el carnaval"
-"Pero lo hacemos también en La Feliz. Matamos como 20 pájaros de un tiro"
Y así, mi novio Casimiro empezó a juntar firmas para cambiar el meridiano. Juntó doce (las de sus viejos, las de los míos, unos amigos y una señora a la que le tuve que comprar su firma).
Así y todo, Casimiro no claudicó. Armó un mail, un sitio web, juntó todo lo que pudo y un buen día se fue al Congreso, a pedir que se abra un proyecto de ley. Ni pelota le dieron.
Pero siguió sin claudicar y de ahí, derechito se fue a la Embajada de Estados Unidos. Primero paró en un chori-listo, porque ya eran como las dos de la tarde.
En la Embajada lo atendieron al tiro. Lo hicieron pasar a él y a todas sus carpetitas al despacho de alguien. Cuatro monos lo esperaban; lo golpearon, le robaron las carpetitas y lo invitaron a retirarse.
Casimiro, luego de ese día, ya no es el que era. Dejó todos sus planes, hasta el más ambicioso y se puso a laburar en una empresa de artículos para mascotas.
Si, se pasó del lado del sistema.

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