Se hace la remake de "La Banda del Golden Rocket". A vos, ¿cuál te gustaría que vuelva?

junio 09, 2010

ROBERTO, LA SECUELA

Primera parte, click aquí

¿Cómo no me di cuenta antes con Roberto?. Ahora que lo pienso, ni siquiera sostengo que alguna vez me haya querido.
Recuerdo un día que fuimos a bailar al Dixit, y él se tranzó a un tipo. Yo fui una pelotuda, ahí nomás tendría que haberme enfurecido.
Pero no, le sostuve el pelo mientras vomitaba y le fui a buscar una cerveza, porque tenía ganas de seguir delirándola, él.
Pero la culpa es mía. Yo fui siempre tan permisiva con Roberto. Pasa que lo amaba. Tantísimo. De acá al cielo, imagínate.
Te juro que desde que lo conocí, me cambió a vida, un ciento por ciento.
Lo que acontece es que, Roby -así lo llamo en la intimidad, aunque él dice no gustarle, y me pega- no encontró todavía su vocación. De joven, quería ser alcanza-ties en los partidos de rugby de la URBA; pero, cierta vez, saliendo de Gerli Dancing y Sportivo Club, una multitud enardecida lo linchó, sin motivo aparente alguno. Lo acusaron de robarse la guita de la recaudación, a beneficio de un colegio carenciado.
Yo estoy segura de que no fue él, no es un tipo que conozca la maldad. Para nada. A veces es medio mala leche, la verdad es que una vez le rayó el auto a mi papá, pero bueno, él le mojó la oreja.
Roberto es un sol. En aquella gresca, del Gerli Club, se partió los meniscos, hecho una piltrafita quedó. Como su sueño de ser alcanza-ties.
Como te decía, Roberto es un sol. Salvo cuando se levanta con malas vibras. ¡Uh, agárrate, Catalina!. Yo le digo que está en "esos días", y él se me sufura. "Salíme", me grita, y revolea lo que esté a su alcance.
Pero , eso sí, hay que reconocérselo: revoleando, Roby es el mejor. Qué swing posee, y que puntería. Siempre atina a lo que apunta (que el 95% de las veces soy yo).
Me dice de todo. Pero yo sé que es su modo de demostrarme cuánto me ama.
Yo tampoco podría vivir sin él, ojo al piojo. Me viene a la memoria, justo, unas vacaciones que pasé en Nueva Atlantis con los muchachos de la parroquia. Yo, precisamente, lo extrañaba mares.
Al décimotercer día, yo estaba en el centro comprando berberechos; y ahí nomás, pasa el trencito de la alegría -que me vuelve loca- y de repente, atrás de El Hombre Araña, aparece él. Mi Roberto.
¡Ay, fue tan lindo!. Que me deje llevarle la reposera a la playa (parábamos en un camping que quedaba del otro lado de la ruta, como a kilómetro y medio de los balnearios), su bolsito, su balde, la palita y el rastrillo, porque lo que más le gusta es construir reformatorios de arena.
Y si, castillos hace cualquiera y Roberto, mi cielo, no se anda con chiquitas. Llega a la playa, espera a que yo termine de clavar la sombrilla, le cebo unos mates, le doy los churros rellenos y comienza con el reformatorio del día.
Pasa que él tiene una fijación. Pasó dos años, siete meses y dieciseis días guardado, de chico, porque dicen que asaltó a punta de caño una fábrica de chacinados.
No fue la primera ni la útima vez que lo agarraron de perejil. Sin ir más lejos, el otro día, se armó un tole tole bárbaro en casa. Vino la Federal, me lo acusaban de dealer, denunciado por los vecinos que, mirá, son una manga de envidiosos terribles, porque es un tipo tan bueno Roberto, exhala bondad. Por cada poro.
Mirá, puede ser que Roberto sea medio remolón, vago, violento, agresivo, que consuma porquerías, etcétera; pero él es el hombre de mi vida, el dueño de mi amor.
A veces, para qué te voy a mentir, me da cosa, porque sé que él no me ama, o no me valora como yo a él pero, ¿quién dijo que los sentimientos tienen que ser parejos?.
Yo sé que no es el estereotipo de pareja ideal pero, Roberto, ¡la verdad es que es un flor de turro, un artefacto del demonio!. ¡Pero si yo a este Roberto de porquería lo tengo que matar!.
Le voy a dar donde más le duele. Voy a dejar de comprarle el shampoo que tanto le gusta como le deja el cabello -firme y sedoso-, y que se las arregle.
Y redoblo la apuesta: no le doy más ni un peso para que salga de juerga con los muchachos. Ahí está.
Roberto, no sabes lo que te espera. Se te vienen negras.

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